SOPA DE PIEDRA

receta que nace de un cuento…


INGREDIENTES:

½ kilo de lagarto con hueso (morcillo).
¼ kilo de tocino
¼ kilo de huesos de rodilla
¼ kilo de costillas de res troceadas
100 gr de morcilla ahumada
100 gr de chorizo portugués
1 cebolla grande picada en juliana
½ kilo de caraotas (judías) blancas o rojas
2 zanahorias
3 papas
2 tazas de repollo picado en juliana
3 dientes de ajo machacados
1 hoja de laurel
½ taza de cebollín picadito
½ taza de ajoporro picadito
x sal y pimienta al gusto
x pan en rebanadas tostado


PREPARACIÓN:

Colocar las caraotas en remojo la noche anterior. Pelar y trocear la cebolla. Raspar las zanahorias y trocearlas. Pelar y lavar las patatas, cortarla en cubos.

Poner en un puchero grande dos litros de agua, las caraotas, los huesos y el lagarto y cocer durante 1 hora aproximadamente.

Añadir el resto de los ingredientes (menos el repollo) y continuar cociendo a fuego lento, durante 40 minutos. Sal pimente, agregue el repollo y cocinar durante veinte minutos más. Retire los huesos, agregue agua si hace falta, pique la carne en trozos pequeños y re-incorpórela a la sopa.

Servir muy caliente en platos hondos, colocando encima de cada ración de sopa una rebanada de pan tostado. Puede espolvorear una cucharadita de queso manchego (o pecorino) rallado.

Nota) Si hacemos caso al cuento, los ingredientes de la sopa pueden variar según la disponibilidad de la despensa y la habilidad de quien cocina.

CUENTO:

Esta sopa guarda detrás de ella un tierno cuento, unos dicen que el protagonista era un monje y otros que un soldado… Con algunas variaciones la historia es esta:

Hubo una vez hace muchos años, un país que acababa de pasar una guerra muy dura.

Como ya es sabido, las guerras traen consigo rencores, envidias, muchos problemas, muchos muertos y mucha hambre. La gente no puede sembrar ni segar, no hay harina ni pan. Cuando este país acabó la guerra y estaba destrozado, llegó a un pueblecito un soldado agotado, harapiento y muerto de hambre. Era muy alto y delgado.

Golpeó la puerta de una casa y cuando vio a una dueña le dijo: «Señora, ¿no tendría un pedazo de pan para un soldado que viene muerto de hambre de la guerra?» La mujer lo miró de arriba a abajo y respondió: «Pero ¿estás loco? ¿No sabes que no hay pan y que no tenemos nada?, ¿Cómo te atreves?» Y a empujones, con un portazo, lo saco fuera de la casa.

Pobre soldado. Prueba fortuna en una y otra casa, haciendo la misma petición y recibiendo a cambio peor respuesta y peor trato. El soldado, casi desfallecido, no se dio por vencido.

Cruzó el pueblo de punta a punta y llegó al final, donde estaba el lavadero público. Halló a unas cuantas muchachas y les dijo: «¡Eh, muchachas! ¿No habéis probado nunca la sopa de piedras que hago?» Las muchachas se rieron de él diciendo: «¿Una sopa de piedras?; no hay duda de que estás loco»

Pero había unos chicos que estaban espiando y se acercaron al soldado cuando éste marchaba decepcionado: «Soldado, ¿Te podemos ayudar?», le dijeron.

¡Claro que sí! Necesito una olla muy grande, un puñado de piedras, agua y leña para hacer fuego». Rápidamente los chicos fueron a buscar lo que el soldado había pedido. Encendieron el fuego, pusieron la olla, la llenaron de agua y echaron las piedras. El agua comenzó a hervir. «¿Podemos probar la sopa?», preguntaron impacientes los chicos. «¡Calma, calma!» El soldado la probó y dijo: «Mmmm… ¡qué buena, pero le falta un poco de sal!» «En mi casa tengo sal», dijo un chico. Y salió corriendo por ella. La trajo y el soldado la echó en la olla.

Al poco tiempo volvió a probar la sopa y dijo: «Mmmm… ¡Qué rica!, pero le falta un poco de tomate». Daniel, uno de los chicos fue a buscar unos tomates y los trajo enseguida. En un momento los chicos fueron trayendo cosas: patatas, lechuga, arroz y hasta un trozo de pollo. La olla se llenó; el soldado removió una y otra vez la sopa hasta que de nuevo la probó y dijo: Mmmm… es la mejor sopa de piedras que he hecho en toda mi vida.

¡Venid, venid; avisad a toda la gente del pueblo que venga a comer! ¡Hay para todos! ¡Que traigan platos y cucharas!» Repartió la sopa.

Hubo para todos los del pueblo que, avergonzados, reconocieron que si bien era verdad que no tenían pan; juntos podían tener comida para todos.

Y desde aquel día gracias al soldado hambriento, aprendieron a compartir lo que tenían.

Cuento tomado de «Hoy quiero contarte un cuento«

¡¡¡BUEN PROVECHO!!!

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